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Ana Elena Pérez-Cobas, Alicia Calvo-Villamañán y Ken Timmis

Todos los organismos están cubiertos de microbios que prestan una serie de servicios esenciales para la vida y las actividades del «huésped». Por ejemplo, los microbios nos ayudan a digerir alimentos que no podemos digerir por nosotros mismos. Un ser humano está formado aproximadamente por un 50% de células humanas y un 50% de células microbianas: nuestros microbiomas. Nosotros (y todos los demás organismos) y nuestros microbiomas somos metaorganismos u holobiontes porque formamos una asociación esencial y funcionamos como una unidad funcional.
Los microbiomas humanos son muy diversos y están formados por unas 1.000 especies (¡los humanos somos una especie!) de bacterias, arqueas, levaduras y otros eucariotas, y virus. También representan una asombrosa diversidad genética -las células humanas contienen unos 20.000 genes, mientras que el microbioma puede tener alrededor de 2.000.000 de genes-, razón por la cual los microbiomas pueden proporcionarnos una diversidad de servicios tan asombrosa.
Pero, al igual que las comunidades humanas, esta diversidad también incluye algunos microbios menos solidarios y agradables: los bribones del microbioma. Y, al igual que las comunidades humanas, los microbios menos educados pueden esconderse y pasar desapercibidos o volverse muy desagradables, dependiendo de las circunstancias.
Conozcamos a los pícaros que forman parte de nuestros microbiomas, y las circunstancias que favorecen que sean desagradables, para poder entenderlos y manejarlos mejor, y reducir las molestias que nos causan.
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